domingo, 19 de julio de 2009

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Pienso mucho en zacahuil últimamente, un tamal gigante hecho con carne de puerco y pollo, masa mortajada y chiles secos. Las primeras tres veces que comí zacahuil en la Huasteca invariablemente me dio diarrea, pero luego hasta me volví casi catador. Gracias al servicio social pude probar muchas veces de esta maravilla gastronómica.
En mi otro blog escribí recomendaciones sobre el tamalote, pero aquí quiero escribir mis buenos recuerdos y es que si hay dos cosas que me trasladan a momentos en el pasado y me hacen muy feliz son la música y la comida. Para mi no hay un buen viaje si uno no come bien y llega uno a muestrear bien la gastronomía de una región, una ciudad o un país.
Y recuerdo, y me hace feliz recordar que el mejor zacahuil que comí en mi año huasteco fue el de Doña Brígida, pero que el de Doña Minerva no se quedaba atrás y que el zacahuil de Tancanhuitz que hacen para vender no es tan bueno.
Es chistoso pero en un día de octubre del 2008, un sábado en la mañana, fue el cumpleaños de Doña Brígida, y me invitó a comer zacahuil para el desayuno. Doña Brígida es esposa del Juez Márquez, una de las primeras personas que conocí cuando llegué al pueblo del servicio. El Juez Márquez había construído una casa hacía 40 años atrás, en una ladera del cerro, él solo se dedicó a subir piedras para poder hacer un terraplén en donde construyó una casa. De verdad es impresionante todo el trabajo que hizo ese hombre solo, pues desde la carretera uno sube por una escalinata de mas de 200 escalones de piedra hasta su casa, que además tiene una vista increíble de todo el valle.
Llegué yo muy formal ese día a desayunar a las 10 de la mañana como me habían citado, estaban algunos familiares de la familia que yo saludé, y me sentaron a desayunar con ellos. Doña brígida me sirvió un plato con abundante y delicioso zacahuil, que yo gustoso comencé a hacer desaparecer sin embargo no había yo terminado cuando me sirvió mas y me dijo: -Pa' que no se le enfríe doctor. -Y no me quedó nada más que seguir comiendo hasta dejar limpio el plato, lo cual fue todo un logro. Doña Brígida me sirvió una tercera vez, a pesar que le dije que estaba bien y que estaba satisfecho, a ella no le importó. En total creo que me acerqué al kilo de zacahuil. No comería nada en las próximas 24 horas, pues simplemente no me daba hambre. Milagrosamente no me enfermé.
Ah! que buenos recuerdos y que bueno zacahuil, lástima que no lo cocinen en la Ciudad de México.

2 comentarios:

Moka Hammeken dijo...

"¿Otra doctorsito?" cuando ya te están empujando el tercero y cuarto... Asi es la gente de buenaza, la hospitalidad se mide en la cantidad y prontitud en que te ofrecen la comida (poco o mucho que tengan)... como si uno siempre estuviera hambriado. Y más a los doctores ¡uta! como los quiere la gente...

No así en la "jai sosaieti"... triste.

Bellos recuerdos... ¡saludos!

Bocho dijo...

Yo por eso me quedo con mi gente de la Huasteca, no sabes como me pega la nostalgia de vez en cuando.